martes, 30 de octubre de 2012

Vuelteando por el cielo.

      Procurando acercar a los laberintos de la filosofía el interés poco dispuesto de los  adolescentes, solía yo matizar alguna clase con curiosas anécdotas  sobre  filósofos (no por tales aburridos, ni feos, ni tan locos...)
      Así, aquella que contaba Platón sobre la sierva tracia que se burló de Tales viéndolo caerse a un pozo por contemplar las estrellas (¡!): "por andar mirando el cielo no se da cuenta de lo que tiene bajo los pies" fue su comentario. Claro!  era preciso analizar a continuación, los aportes del filósofo distraído para demostrar  que - aun siéndolo- estaba lejos de ser un  abriboca o un tonto...

      Yo, que tan lejos estoy de haber descubierto alguna verdad importante, también suelo andar por la vida mirando el cielo. Y (obviamente!) cayendo a no pocos y variados pozos...

      Vuelteando por Merlo hace unos días, puede contemplar unos cielos tan bellos, como pocos  que pudiera recordar (y juro que me tengo vistos y admirados muchos) !!!!
     Cielo de purísimo azul en la mañana, convocando a  disfrutar la vida, al gozo, al trabajo y al encuentro. A veces, cruzado por  atrevidos tachones   algodonosos  mientras avanza el día...
     O fundiéndose en las nubes blanquecinas alla, en la cima de los cerros...
     Cielo de un celeste firme  por las tardes, encendido de sol. Su hermoso marco. Y muy tenue, casi abandonado, al ir despidiéndose el día, mientras cientos de pájaros piadores sobrevuelan los poderosos árboles de la plaza,  buscando alli arrimo y cobijo.
     Qué linda  Merlo!!!! ni qué decir, andándola -sin apuros- por la noche!!! Paisaje humano que -inveitablemente- atrae, y   paisaje urbano que muesta inquietas avenidas,   lindas construcciones, colores brillantes y un mar de agitadas  luminaras. Y todo, todo, bajo el techo  celestial azul oscuro contrastando con el argentoso brillo  nítido, tan mágico, de la luna y sus estrellas. Contemplación amorosa y compartida.
Disimulando el ansia por llegar tan alto desde la calidez del corazón ardiente.
    
     Y todo eso, mientras miraba el cielo.Y todo eso, mientras apoyaba, feliz, mis pies sobre la tierra firme.
















































































































lunes, 24 de septiembre de 2012

VUELTEANDO POR LA PUNA: SALTA

     Concretando un sueño acunado durante meses, partimos felices con Mael, a Salta.
Desde lugares muy distantes, soñamos abandonar por unos días la llanura: aquella, la de la urbe bulliciosa, lejana y querida que mira al Mediterráneo, y esta, ciudad matriz, lugar de nuestro origen, punto de encuentro. Hogar de los afectos más seguros.
     Así, el deseo de alejarnos unos días de lo cotidiano y buscar un lugar para liberar tanto afecto contenido, compensar ausencias y distancias, fueron determinantes al momento de decidir el destino y el medio: volar en tren hacia las nubes!!!!
Y allá partimos en un recorrido mágico mágico de 16 hs. desde la ciudad de Salta hasta la majestuosa Puna salteña, en uno de los recorridos ferroviarios más altos del mundo: "El Tren a las Nubes".



Muy temprano, al salir, mientras guías y videos recuerdan la apasionante historia de los primitivos habitantes de la región - parte integrante del Imperio de los Incas- nos vamos alejando de los últimos caseríos de la ciudad.
Atrapa nuestra vista una vegetación variada y colorida: la yunga, formación que tapiza la ladera de los cerros hasta casi los 3.000 mts.. Manchones rojizos de ceibos compiten en diseño y colorido con lapachos rosados y amarillos; humildes acacias  esparcen sus aromas celestiales; bosques de pinos oscuros; siluetas esbeltas los álamos con hojas del verde más puro; mechas inquietas de sauces llorones y aromos que, tímidos, esparciendo  flores alegran el alma.




Mientras el tren avanza, un estado de admiración, de gozo profundo se acrecienta y arrebata el ánimo: es mágico el ascenso hacia las nubes!!! La topografía regala cerros imponentes en la solemne soledad de la Puna. Infinitas formas pincelan alturas de grises verdosos, ocres, rojos,cobres; las grietas profundas dibujan perfiles y marcan contrastes;sus líneas nos hablan de su juventud de siglos; mágicas texturas parecen robadas de sueños.



Salitrales blancos invaden el suelo como lentos rios escurridizos. Y el blanco de nieve corona mezquino un cerro lejano nimbado de nubes.



Atrás ya quedaron árboles y flores y nidos y frondas...Sólo los cardones acompañan mudos tamaña belleza y, enhiestos ascienden, lentos, las laderas mientras, los que ya arribaron bordean los filos de las montañas, centinelas mudos de sin igual paisaje. (Centinelas de amor, en la leyenda).


Manadas de llamas simpáticas,  elegantes, rumiando pacientes verdores escasos.

Arriba, en el cielo, purísimas nubes desmechan sus trazas cambiantes y en gesto amoroso abrazan los cerros.


Han pasado varias horas y nuestra retina se esfuerza por conservar tanta belleza; el corazón guarda,celoso,una experienica rica, feliz, inenarrable.
Llegamos hasta los 4.200 mts. donde el Viaducto La Polvorilla ofrece alcanzar el cielo y rozarlo con las manos.




Allá, en lo alto, de un azul purísimo, las cumbres más altas deslíen, sin prisas, sus mágicos rosas anhelando cielo.

lunes, 12 de marzo de 2012

VUELTEANDO POR EL SHOPPING

       
 Marzo se pegotea húmedo a la piel, mientras espero que sean las 10 para que abra el shopping.

El calor acumulado del verano, rodando en gruesas gotas por mi cara y mi cuerpo, me llena de enojo e impaciencia.
Otros diez o quince, esperan conmigo.
Mientras, miramos más allá del cristal: el cancerbero, perdón!!!!: el guardia : pantalón oscuro con línea amarilla marcando su largo; camisa impecable; peinado llovido;
fresco joven cómodo, agitando con parsimonia las llaves que -de un momento a otro- abrirán la entrada de ese paraíso de frescura en el que él respira ahora impávido.

Diez.
Diez y un minuto.
Nos mira desde dentro e imagino que es su instante de gloria de este día. Él tiene el poder. Y lo disfruta con fruición. Esto sólo, justifica su mirada de parpadeo ausente, mentón arriba; esa parada de soldado enhiesto, firme, y el rítmico clik clak de su llavero...
Ya somos más de veinte los que -sin palabras sólo gesto- suplicamos por un poco de sombra y aire fresco.

Diez y tres.
Diez y cuatro.
Diez y seis!!!: ceremonioso gesto para quitar una cadena vieja fea y, despaciosamente -no sea que mi amigo el guardia se agite-, decide darle fin a nuestra "avernal "espera.

Una vez dentro, dejo que el aire fresco me acaricie y, mientras sonrío, pienso: "ya tuvo su momento de poder en este día"; las llaves en su mano se lo confirieron.

¡ Podrá ahora transitar, reforzado, su jornada!!!
(Pequeños pliegues del corazón humano)